El desayuno me sienta genial como siempre, me gusta café y pan por la mañana, y estoy animado.

Esta vez ya voy pillando el tema y me levanto a las 5:20 y para las 6:23 ya estoy andando. Aún no se ve bien, amanece a las 7, que me parece tardísimo. Saco la moto del almacén inundado de agua como puedo.

Sigo en terreno bajo y plano de campiña, incordiado por los cercados... y tengo que hacer más de un rodeo, y de dos. Llego a Mérida y la paso. El Sol está bajo y ya calienta, está enorme en su redondez, como más cerca de la Tierra. Paso por el canal de Orellana que da algo de fresco.

Caminos y carriles me llevan hacia el norte.

No es ni medio día y el calor aprieta, aunque menos que estos dos días anteriores.

Paso por la famosa encina de Terrona con sus 800 años de viejosidad.

Ahora tengo carriles de sembrados, han recogido la espiga y está todo dorado. Son rectas largas pero muy complicadas por las roderas, además el piso no se ve y tengo que ir lento.

Ya estuve aquí en el año 2015, con una GS800, sigue igual de seco todo, pero muy bonito.

Paso el río Tajo, que viene medio vacío. Paso Trujillo donde pongo gasolina, y cerca del río Almonte tengo que hacer otra vez cábalas para sortear cercados... qué pesadilla de puertas...

Paro en una fuente en Serradilla, que también me cuesta muchísimo trabajo encontrar, para refrescarme, antes de subir en dirección a Monfragüe.

Estoy animado, es buena hora, y me meto en un berenjenal sin pensarlo cerca de Mirabel... otra vez las malditas puertas me hacen dar media vuelta y directo ya a cerrar el día; me meto en el Camino de Santiago, y veo algún que otro peregrino a las 13:00 andando por los caminos a 45 grados... pregunto si OK y procuro no molestar. Voy hacia Galisteo, me quedo en Posada del Parador.

Compro pan justo al lado, está muy bueno, es muy blanco y de miga apretada, me gusta. El panadero me da conversación pero lo interrumpo y le explico que no puedo hablar con tanta ropa encima y a 40 grados. Lo entiende bien y me deja tranquilo.

Al llegar me encuentro con mogollón de franceses, tienen el guai subido y están de palicazo, y yo con las botas, pantalones, faja... agobiado total me cabreo pero no me queda otra que aguantarme y esperar... a la media hora por fin puedo hacer la entrada, el dueño es súper amable, el sitio está genial. Me deja guardar la moto en un almacén y me preparo la comida con lo que me compré ayer. Me hago una comilona muy propia mientras que los franceses comen pan bimbo y una triste lata de sardinas.

Aire acondicionado!

A comer!

Después de descansar un poco me voy a un súper que hay en el pueblo, compro entre otras cosas un melón que está malísimo, y el aguacate tampoco mata... me doy por timado :( Como es mucha comida, la comparto con una pareja de holandeses que tienen buena conversación.

Y a la cama.