Martes 17 de Diciembre de 2024, día 3.
Me despierto pronto, sobre las 6:30, pero es de noche y hace un frío bestial, no puedo empezar aunque quiera. Me quedo a la fuerza metido en el saco, que está súper calentito, es buenísimo y ha sido un acierto traérmelo. A las 8:00 ya me pongo a hacer cosas, aunque amanece un poco más tarde. Estamos a -4 grados, no es buena idea acampar con estas temperaturas; se puede hacer, pero no es algo agradable... y la cosa está en pasarlo bien. Me preparo mi desayuno y también, como tengo tiempo, me hago mi bocata para comer al medio día, al que le pongo jamón, queso, aceite y tomate.
A las 9:30 ya estoy listo para salir, pero la moto no arranca. Al principio me quedo un poco mosca pensando a ver qué pasa, es muy raro, pues jamás me ha fallado, pero nada, que no quiere. Me recorre un escalofrío con la posiblidad de terminar aquí mi viaje. Y al momento ya caigo, y es que simplemente está helada... ya no sé si el aceite estará medio cuajado del frío o es la batería que está tiritando... la muevo un poco al Sol y la dejo unos minutos y... ¡tachán! todo bien. No es una cosa grave, pero esto no me puede pasar en medio del desierto.
Salgo del pueblo para dirigirme a Tendrara y su antigua estación de tren.
Hago 120 km de caminos muy rápidos y helados, pasando por algún vadeo fácil, lagos secos y montículos de tierra.
Estos son los paisajes que más me gustan.
A Tendrara llego a las 13:10. Relleno gasolina y aprovecho para comerme mi menú al Sol y así calentarme un poco.
Paso por la estación, pero no entro a verla, porque tengo mucho camino hoy y no quiero perder tiempo. Además no sé por qué pero tengo la sensación de que si entro, pincharé. No sé, es un pálpito. Sigo.
Voy al lago Chott Tigri, que es una de las zonas más complicadas marcadas en mi viaje. Para llegar paso por una pequeña zona de dunas, que se me hace muy divertida porque me encanta la arena. Hay un carril si no quieres pasar por ellas.
Y por fin llego a la fuente de Chott Tigri, que saca cuatro caños muy generosos de agua fría y cristalina. De sabor no puedo decir, que no la he probado, pero me quedo con las ganas.
Tengo posibilidad de cruzar por el lago, pero lo descarto pues lo veo algo blando el terreno, así que lo rodeo y un poco más adelante, me salgo del camino para meterme por una zona de arena y piedras. Resulta ser la más complicada del viaje.
No tengo fotos porque fueron 50 km de pelea constante con el terreno e iba muy concentrado en adelantar metros y salir de ahí cuanto antes. En mitad de la ruta me encuentro dos coches de alemanes a los que saludo muy rápidamente; me da confianza saber que si pasa lo que sea, me encontrarán más adelante.
Después de este tramo, ya me encuentro otra vez carril marcado, pero es tarde, son las 15:25 y me queda bastante camino.
Decido ir directamente a Figuig sin pasar por Iche, por el carril que pasa por la presa Rkiza.
La presa queda algo alejada de mi camino y paso sin problema.
Justo unos kilómetros antes de llega a Figuig son las 16:30 y ya está cayendo el Sol. Hay unas tremendas montañas flipantes que se iluminan a ras y el espectáculo es indescriptible, al menos para mí. No sé como se llaman, eso sí, estoy a tiro de piedra de Argelia.
Paso un control militar y otro de policía, y son tan amables como siempre. Me dirijo a Maison de Nanna, que tengo recomendado; pero no lo encuentro, y pido ayuda a un paisano que me dirige en su bici por laberínticos callejones, oscuros y techados. Por fin llego, son las 17 y he hecho 288 km. Me dejan entrar la moto, no quiero que le afecte el frío otra vez, y la pongo al lado de la estufa de leña que parece que calienta el Universo entero de lo grande que es. Hace un frío tremendo así que estoy muy contento de estar aquí. Es caro, pero está muy bien todo.
La habitación es enorme; yo no necesito tanto, pero es que ¡encima me ponen un radiador! esto es maravilla.
Aprovecho para lavar algo de ropa, se seracá sin problema.
Mientras espero la cena me pongo una tapilla de cacahuetes.
La comida es excelente; hay una pareja de franceses con los que comparto mesa, y me dan algunas indicaciones de la ruta, que aprecio mucho.
Y por supuesto todo mejora con un gatito, que tiene un capazo al lado del fuego, cómo no.
A dormir!