4º día: de Séez a Täsch: Camping Alpubel (7:20 horas para hacer 272 KM)
Otro tirón hasta uno de los corazones del viaje: el mítico Matterhorn o Cervino. Para verlo, tienes que quedarte en el último pueblo que es Täsch (más arriba está prohibido ir en coche o moto), y de ahí tomas un tren (15€) que te sube a Zermatt.
Hay que salir tempranito del camping hacia Zermatt.
Empiezan las subidas... increíbles vistas. Siempre los cables de la luz, que entorpecen en paisaje, pero supongo que hay que transportar electrones de algún modo.
Chorreras enormes, colinas impresionantes... qué vistas.
El pequeño San Bernardo, entrando en Italia.
La frontrera está bien custodiada por la policía de Italia y Suiza; no se mueven ni un pelo, qué disciplina.
Puerto de San Bernardo, 2.473 m entrando a Suiza.
Ya en Zermatt puedo ver el Cervino: impresionante figura, imponente... de verdad, hay que verlo.
Allí el torrente está como para darse un bañito... si te cuelas en el río no te encuentran hasta la desembocadura...
Como siempre que voy de viaje, trato de comer lo más localmente posible, pero en este país (Suiza) me ha resultado totalmente imposible; no hubo manera pues es todo tan caro que, ya no por el dinero, sino por vergüenza ajena, me niego a dar 9,5 euros por tres albaricoques que supuestamente son de la zona.
Este es sólo un ejemplo de lo que pasa en Suiza con los precios. Por ejemplo, gasté casi 10 euros en tres postales con sus tres sellos.
La cerveza Suiza me encantó, está muy buena.
Tuve la primera experiencia de lo que, en mi opinión, es Suiza: un sitio caro, muy caro, obscenamente caro. Es absurdo, no tengo problema en gastar dinero, pero la experiencia de la economía en Suiza ha sido bastante mala. Además tuve pequeñas discusiones con nacionales, pues les encantan las normas, pero para que las cumplan los demás.
Suiza no me ha gustado. Noté un halo de superioridad absurda, un tono de xenofobia ridículo que no me hacía estar cómodo. No creo que vuelva a Suiza nunca.