Merzouga

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8 de Diciembre de 2022

Día 5

Amanece lloviendo, aunque no se espera más agua. Y menos mal, porque miré el parte y no ponía lluvia, enconces no llevo chubasquero.

He dormido regular, porque tengo la garganta chungi de la arena que tragué el primera día, al rodear la duna por la noche. Me estoy tomando unos strepsils que tengo y me van bien.

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Todo preparado para salir.

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Llegamos primeramente a Mhamid, donde rellenamos gasolina. Yo compro toda la que puedo, porque sé que hoy el día va a ser largo. Llevo mi depósito extra de 1,5 litros y además compro dos botellas más de 1,5. No me hace ninguna ilusión llevar 4,5L de explosivo a la espalda en botellas de plástico, la verdad.

Se nos acercan un montón de niños, a mi me rompe el alma verlos como están, asquerosos de mierda y pidiendo. De primeras parecen civilizados.

Con 8-10 años ya tienen los dientes asquerosos y las manos de cuero. Al principio son buenos y no muchos. Se puede hablar tranquilamente con ellos.

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Yo no doy limosna y no sé como actuar. Le pregunto a Taki, que los controla bien, y me dice que les compre alguna cosa.

Me voy a por chocolate. Pero para cuando vuelvo con la bolsa en la mano, ya hay un montón de críos y me fichan de inmediato... yo pensando que los puedo controlar, me equivoco totalmente y en seguida me acorralan como lobos.

De repente uno de ellos (el de la sudadera blanca de Nike) se pone ya de malas, le doy un golpetazo bien fuerte en el pecho, casi lo tiro de culo, y de descojona de mí. Ahí ya entiendo que les da todo igual y que esto es un peligro. No es bueno ni para mí ni para ellos, me están metiendo mano por todos lados, no me extrañaría que me pincharan o robaran... Almendros sale a mi rescate, se lo doy todo y me quedo en shock del comportamiento tan animal y tan agresivo.

Yo quería darle el chocolate a las niñas, que son preciosas y las tienen machacadas, pero es que los niñacos de mierda les pegan para quitárselo. Ya no lo hago más. Un horror.

Le pido una foto a esta chavalita que simpáticamente me dice que vale.

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Con el corazón triste de vez a los niños convertidos en hienas, vamos al este. El terreno es una maravilla.

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Rubén nos enseña el Sahara desde su moto con nombre de otro desierto.

Después del río de arena, hemos acordado un punto de encuentro en un árbol que hay en mitad del desierto, estamos en Erg Chegaga.

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Tenemos al lado el pozo de Oued el Atach.

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Pasamos por una fábrica de ladrillos.

Seguimos y cruzamos más dunas; Rubén sale disparado por delante de la moto, al hundirse de pico en la arena, que está blanda. Menos mal que no le pasa nada.

El terreno es hipnótico, esto es flipante. Seguimos el río de arena, donde nos encontramos a un chaval con una moto gorda en el suelo y la cara blanca. Tiene la clavícula rota. Le ponemos la moto vertical y lo dejamos allí una vez sus compañeros llegan a socorrerle. Nos vamos y me pregunto cómo y en qué condiciones habrá salido de allí.

Estoy absolutamente fascinado. Vamos en dirección este, a Iriki.

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Seguimos andando y justo paso por el Restaurant Titanic donde veo que hay gasolina. Aunque llevo de sobra, paro a comprar más, que no me quiero quedar tirado en mitad de la nada. Vamos Pacorro y yo solos, pero como he parado para el combustible, se me escapa y después de comprar un par de botellas, voy a buscarlo. Lo encuentro en seguida y volvemos para que él compre también. Nos la llevamos toda. Seguimos y llegamos al Oasis Sagrado.

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Los demás se nos han perdido, porque han parado a comer una "tortilla" más atrás y no nos hemos percatado, así que nos quedamos sin almuerzo.

Allí está el famoso coche desvencijado, donde le hago unas fotos a mi compañero, que es de lo más simpático, es un tipo genial.

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Nosotros no lo sabemos aún, pero nos dirijimos a un paso que hay justo en esa montaña que sobresale de su cabeza. En este punto nos juntamos otra vez todos, tenemos que decidir si entramos, pues Almendros nos informa de que puede estar muy complicado. Para mí no hay problema, porque llevo una enduro y además tengo gasolina de sobra, pero para los que llevan motos grandes, es más difícil todo.

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Y para el buggy mucho más, claro, tienen que ir apartando algunas piedras a mano para pasar. Al final entramos todos. Decimos "al menos vamos a echar un ojo".

Al principio resulta bastante entretenido, es una vereda de piedras que se hace relativamente fácil, pero cuando llegamos al río, tenemos que bajar y hay bastantes escalones. Paulatinamente el pedregal se va haciendo más y más complicado y el cañón se nos cierra, dejándonos atrapados.

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Entro yo solo para buscar un paso y compruebo que las motos grandes no pueden andar por aquí; el buggy ni de broma.

Yo me lo estoy pasando increíble, me encanta la aventura y estos compañeros son buenos. Ésa es la montaña que se divisaba desde el Oasis. Estoy pletórico, me lo estoy pasando realmente genial. Llevo gasolina de sobra, tengo algo de comida, agua... incluso mi saco de dormir por si hay que pasar la noche... estoy encantado!.

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Me lo estoy pasando como los niños chicos, estoy en mi punto perfecto y me encanta la aventura, además voy muy preparado y me oriento bien, así que estoy bastante confiado y disfrutando del día como hacía años que no disfrutaba tanto.

El pedregal es inmenso, y la luz se va acabando.

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Llevamos unas dos horas viendo qué hacer. Almendros quiere entrar a toda costa, pero las motos gordas no quieren. Yo estoy de acuerdo en no entrar, porque no es sitio para romper una maneta o dar un pequeño golpe en una tapa o lo que sea... además soy una persona bastante prudente.

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Rubén me pide mi moto para entrar él a ver el panorama; encuentra camino, pero es muy tarde son las 16:30 y no queremos problemas.

Entonces Almendros y Chuches deciden entrar con sus motos de enduro, son solo unos metros malos, luego estará bien, y los demás nos vamos por donde hemos venido. A pesar de que mi moto entraría perfecta, decido irme con los demás. Hacemos dos grupos: Taki y Pipo+Extremera con el buggy y los demás -Rubén, Pacorro y yo-, por otro.

Con algunas discusiones sobre orientación, salimos al Oasis Sagrado otra vez; Pacorro está regular de ánimos y tanto él como Rubén deben vigilar la gasolina. Pero yo estoy exultante. Pregunto a un local para asegurarme del camino y confirmo que vamos perfectos.

De ahí, haciendo las dunas de vueltas, me lo estoy pasando de maravilla. Pacorro tiene problemas con su moto, y justo a 6km de llegar a Mhamid, ésta se para... pero como se sabe su moto de memoria pronto descubre que se ha desconectado un borne de la batería; le presto mis herramientas que las llevo a mano, y lo arregla en un pispas.

Mientras lo arregla, y estando tirados en mitad de las dunas, en seguida salen dos chavales a ver el espectáculo y hacerse unas fotos.

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Se suben en la moto de Rubén. Yo, como soy un soso, y llevo mi moto a la perfección, ni siquiera les dejo tocarla... pobrecillos se quedan con todas las ganas :( pero es que no me gusta que la toque nadie.

Llegamos a Mhamid por el río de arena, Rubén posa delante de lo que es el destino de cualquiera.

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Hacemos un repostaje lo primero, ya que Pacorro iba pelado. Luego comemos estupendamente allí mismo. Después tocan 98 km de enlace hasta Zagora, que hacemos por carretera y de noche. Pacorro no tiene gafas claras y va con las de sol, no ve absolutamente nada y se pega a Rubén para poder serguirnos. Nos ponemos muy bien en el hotel Paradis Touareg a las 20:46.

Después de una ducha, nos vamos a cenar al restaurante Marwa.

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Y a dormir.

No me lo puedo estar pasando mejor.

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