Túnez

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6 de Abril de 2023

Día 9. El corral

A pesar del viento golpeando la tienda, he dormido estupendamente. Nos levantamos y nos vamos a desayunar al el campamento, que tiene un comedor bastante apañado, donde anoche cenamos. El desayuno es ramplón porque el café está malísimo. Pero el pan sí que está bueno (con su arena, claro) y con mi mermelada y aceite pues mejora la cosa siempre, así que más o menos puedo comer algo. A ver... que estamos en medio de la nada.

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Son las 9:00 y nuestro guía sigue desaparecido desde ayer ¿verdaderamente se lo habrá tragado el desierto?. Preguntamos por él y me quedo muy tranquilo cuando me dicen que está durmiendo. Por fin hace acto de presencia. Ponemos gasolina antes de salir, qué gusto llenar a tope.

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Guillem no se enuentra bien y tiene el pie bastante inflamado, así que con buen criterio decide volver al hotel y descansar entre hoy y mañana. Decidimos que más adelante, en el sitio donde ayer comimos, el guía se lo llevará y nososotros lo esperaremos de vuelta para seguir con el camino. A todo esto salimos de Camp Zamela muy tarde, sobre las 10:00.

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El mar de dunas nos quedaba hacia el Oeste desde el campamento, pero el guía no nos ha querido meter más desierto, porque tenemos lo del pie averiado y además hace muchísimo viento. Las motos pesan mucho, no está la circunstancia para esto. Salimos y Guillem graba a Anna desde el coche.

Pasando Ksar Ghillane de vuelta vemos un montón de dromedarios.

Seguimos, después de dejar a Gullem iremos a Tembaine. La arena está complidada.

Conocemos el camino pues lo hicimos ayer a la ida. Aunque para variar, en algunos puntos hacemos algunas alternativas y resulta bastante entretenido.

El camino es rápido en algunas zonas, otras no tanto.

Las rachas de viento lo hacen todo un poco más complicado, pero dentro del casco no hay problema, se está bastante bien aislado y no entra arena en los ojos ni nada.

Como hay espacio de sobra, cada uno hace su línea. Yo me entretengo zigzagueando por los bancos de arena y adelantando al coche, porque me encanta verlo andando.

Anna pelea como una jabata, se le da estupendamente bien.

Y Egus nos observa desde su gigantesca moto.

Yo me lo paso en grande, puedo abrir todo lo que quiera y más, pues no tengo problema de gasolina, ni de peso, ni de nada. Estamos cruzando, otra vez, la pequeña duna de Biban que es muy divertida. Pero con tanto viento, a veces la orientación es algo complicada.

Egus también rueda por las dunas con mucho gusto.

Una vez pasada la duna, paramos en el Café Grand Erg. Son las 12:17 y comemos lo de siempre: ensalada de pimientos y empanadillas. Pero está bastante bueno y más aquí en la nada.

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Seguimos adelante y llegamos al Café du Desert a las 14. En este punto despedimos a nuestro amigo lesionado, que se va al hotel con el guía en el coche y nos quedamos a la espera de la vuelta dormitando en el interior del palacio.

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Aquí nos quedamos echando una repadadora siesta.

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Aproximadamente una hora después, llega de vuelta el guía. Nos tomamos unos cafés, bastante malos, y a seguir. Tengo un inconveniente con mi chaqueta, y es que Guillem se la ha llevado por error, y hace frío. De todas maneras no es grave, ya que Egus tiene una para prestarme, y además en el equipaje también tienen otra que abriga bastante.

Vamos hacia el sur otra vez, para luego rodear el Parque Natural Jebil por el lado oeste, siguiendo la alambrada. Encontramos un abrevadero con agua cristalina, esto será la misma vida para muchos animales y quizás alguna persona.

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Hace muchísimo viento que mueve el desierto de un sitio a otro y lo transforma por momentos.

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Por fin estamos llegando a Tembaine, no sin esfuerzo. Pero justo antes de llegar veo una duna alta que tiene mi nombre escrito arriba con luces de neón. Le pregunto al guía, que me da permiso... y para allá que voy como un cohete.

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Egus se queda a sólo unos metros, la arena está demasiado blanda y su moto pesa más del doble que la mía, con mi motillo no hay mucha complicación para subir. Los dos nos entretenemos un rato.

Estoy bastante emocionado con la rampa, no calculo bien y en la segunda tirada pongo de arena a Egus hasta las orejas... ay... perdón...

Encantado de tener algo de acción, y llegando al campamento, veo unos chaveas peleando en una trialera que me queda a mano derecha. Se trata precisamente de la subida al pequeño pico, que es 100% pedregal. Otra vez pido permiso. Concedido, y a la carga.

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Está muy complicada, Egus se queda en la entrada, es imposible para una moto tan grande. Yo sigo subiendo y subiendo. Los chaveas son alemanes, están atrancados y les ayudo con la intención de que luego me ayuden ellos a mí, porque hay un escalón enorme. Sin problema subimos todos.

Y arriba con mi motillo las vistas son espectaculares. Me tiro la foto y me bajo rápido, que me están esperando.

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La bajada es casi igual de complicada que la subida, porque las piedras van pegando por todos lados. Mucho ojo no romper radiadores, cárter, discos... lo que sea. Por fin alcanzo a los compañeros en el campamento, que es en verdad un corral reconvertido.

Me cambio rápidamente y nos vamos para arriba otra vez, esta vez andando, ya relajadamente. Son las 19 y vamos a ver la puesta de Sol.

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Las vistas son simplemente espectaculares.

Estamos a 239 metros, pero como nos rodea la planitud, la vista se alarga muchísimo.

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Personalmente no me encuentro bien porque me he dejado las gafas abajo y el viento se me mete por los ojos y no puedo ver nada, es muy incómodo. Además no tengo mi chaqueta, y esto me hace sentir algo raro. Anna ha sido más lista.

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Me he comido una naranja y estoy pegajoso. Y para más inri, veo algo de basura aquí arriba... nada grave, una botella de agua, pero es que es tan horrendo ver aquí plástico tirado... la recojo absurdamente... es demasiado asqueroso... El viento es tremendo. Nos bajamos, obligados. 

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No nos esperaban en el hospedaje-corral, así que vamos a dormir en el salón donde hay un grupo de italianos muy majos que cenan, van todos con preciosas Betas. Así que los tenemos que esperar a que terminen. Son las 20:00 y nosotros cenamos en un apartado la mejor cena de todo el viaje. Una sopa picante riquísima y luego un couscous muy bueno también, aunque yo le quito la carne, que tengo asquillo en el cuerpo, y me como el resto. La nutella que se ve no sé que hace ahí, es como un glitch.

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El señor que nos sirve es un cielo, súper amable.

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Sin duda la mejor comida de todo el viaje. Yo no me encuentro muy bien porque tengo asquillo en general, y nos toca dormir en el corral con unos mugrientos cojines y unas mantas que no puedo ni describir. Crujen al moverlas. No quiero ni imaginar la cantidad de ácaros que puedan tener, si no bichos peores. Llevo mi saco de dormir, pero es que se pondrá asqueroso, creo que mejor adaptarse y dormir como nos mandan, que si aquí se hace así, es por una razón. Ni me cambio, me acuesto vestido entero. El suelo tiene jarapas de plástico rotas por donde penetra el desierto.

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Me cuesta mucho conciliar sueño, porque el cojín está duro. Además hay una abertura por donde entra un chifli de aire y me da frío. No me quiero tapar porque me dan asco las mantas, pero no hay otra. Al final caigo dormido y ya. Yo creo que en realidad es lo más auténtico del viaje.

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