26 de Diciembre de 2023
He dormido estupendamente. Remonoleo un poco para levantarme, y que vaya calentando un poco el Sol, que además tarda bastante en aparecer... hasta las 8:30 bien pasadas no amanece.
Ha hecho bastante frío, unos 2 grados de mínima. Egus ya está en marcha el primero.
Yo desayuno lo de siempre, y mis compañeros sacan el riquísimo espetec que traen de casa.
Hay muchos pajarillos a ver lo que pillan.
En seguida estamos preparados para salir y hacer las larguísimas pistas facilonas, que pasan entre los famosos mojones del Dakar. Son las 10:11 y entramos en un tramo de 150 km de puro desierto.
Anna vuela por las pistas. Y Egus lo mismo.
Pasamos algún que otro banco de arena sin más complicación.
La arena es muy divertida y hay que pasarla rápido para que no te atrape. Nos cruzamos con uno de los checos que ayer conocimos que va en la dirección contraria, el que lleva la Teneré. Resulta que ha perdido el saco de dormir y vuelve sobre sus pasos para encontrarlo, el caso es que nosotros no lo hemos visto por el suelo. Ellos llevan satélite ambos y se comunican perfectamente, de este modo se pueden despistar el uno del otro y se van mandando la ubicación para encontrarse. Es un sistema que me parece bastante bueno, me voy a comprar un cacharro de esos, el que yo llevo solo manda mensajes, pero no recibe.
Me entretengo un poco para ver a los gigantescos y primitivos dromedarios.
Y seguimos por la pista sorteando algún que otra zona de blandurria arena.
El paisaje es infinito. Pasamos la antigua frontera del Frente Polisario, con mucho cuidado de verla solo de lejos, siempre entre los mojones, pues es una zona militarizada.
Los dromedarios hacen su vida ajenos a nosotros.
Voy delante y a cada 10-15 km me voy parando a esperar a mis compañeros, que no quiero perderme de vista ni perderlos a ellos.
Y me voy aprovechando de las pocas sombras que encuentro con mucho cuidado de los pinchos para mí y para mis ruedas.
Cada árbol es un refugio.
El paisaje es muy lunar.
Pasamos una pequeña zona de piedras con un escalón que nos da vidilla.
La bajada también nos da algo de diversión.
Y seguimos con la pista dirección al infinito sur.
Estoy muy concentrado y mucho concentrado en que la moto vaya bien, que nada suene malamente.
Hay cien mil millones de piedras o más.
El Sol se va poniendo. Esto es muy bonito.
Llegamos al lago amarillo para atravesarlo, una planicie perfectamente a nivel y gigantesca.
Esto es inmenso y precioso y amarillo.
Atravesamos el lago en haciendo rectas con la posibilidad de cerrar los ojos durante unos instantes en movimiento.
Yo tengo la mentalidad de conservar al máximo la moto, no gastar gasolina ni hacer nada agresivo para no provocar el más mínimo desgasnte o accidente... pero no me puedo resistir y le abro a la motillo un poco y me lo paso genial durante cinco minutejos.
Se me va un poco la olla.
Y le abro gas tan a gusto.
Somos un equipazo, esto es así.
Saliendo del lago nos topamos con la carretera RN17 que nos lleva de enlace hasta Assa, donde nos hospedamos en el Hotel Amine. Nos dan tres habitaciones, no es caro, así que perfecto, usarermos dos para dormir y una para los bultos.
El sitio está estupendo, nos acomodamos y nos damos un paseo por el pueblo. En el mercado compramos agua y comida para mañana, que tenemos otra etapa larga y luego nos vamos a cenar a un "restaurante" donde nos ponen bastante bien de comer y unos batidos de frutas que están buenísimos. Profilaxis ya tal. Al salir de cenar vemos donde han hecho los batidos y preferimos mirar para otro lado. Total, estaban buenísimos. La calle tiene esta guisa.
Hay muchos burritos trabajando.
Después del paseo, a la noche y de vuelta en el hotel, preparo la comida para mañana. El clásico bocata de jamón con tomate, queso y aceite.
Hemos hecho 284 km en 7 horas y 50 minutos. Todo el mundo a dormir.
