27 de Diciembre de 2023

Esta vez nos levantamos algo más temprano para salir con más tiempo. Yo normalente duermo en mi saco, no es que sea una persona especialmente escrupulosa, pero en mi saco estoy tan a gustico y sin problemas de chinches ni nada. Y teniendo esa posibilidad, pues mucho mejor.

Desayunamos allí mismo en el hotel. Las motillos nos esperan fieles en la puerta, han dormido en la calle. En Marruecos no hay problemas de que te roben. Al terminar le pedimos la cuenta al dueño y resulta que nos quiere timar: el precio que habíamos acordado lo multiplica por tres (nos pide 900 Dírhams que son 83 euros), diciendo que era el precio por habitación, no el total.

Nos quiere cobrar un dineral y yo me pillo un cabreo del demonio, porque ayer cuando negocié el precio, lo puse por escrito precisamente porque me conozco la película. Por supuesto le digo que saque el papel, pero no quiere. El tipo empieza con el teatro de la indignación y le digo que ni de coña le pagamos el dineral que pide y que si quiere el dinero tendrá que llamar a la policía. Entra en barrena y dice que nos vayamos, ya sin pagar ni nada.

Le dejo en la mesa los 300 créditos que habíamos acordado, más 100 por las "molestias" y 10 de un café extra que pedí. ¡Qué morro!. Adiós amigo. Problema olvidado y a las 8:43 ya estamos andando tan contentos de estar en estas maravillosas pistas. Hacemos un control de pasaportes, los militares marroquís siempre son muy amables.

El terreno se va abriendo y abriendo, se hace muy fácil y sin problemas de navegación ya que está casi todo señalizado con mojones de tierra a cada 250 metros.

Ya no hay sombras ni nada de nada. Quizás alguna roca desperdigada desde donde poder hacer un vanidoso selfi.

A mis compañeros les va genial con las Rieju que los llevan estupendamente.

La vista es eterna.

Hacemos una pequeña parada para comernos los riquísimos bocatas y descansar.

Hay muchos pinchos, cuidado.

Aprovechamos las pocas sombras que encontramos.

Y después seguimos atravesando el Sáhara.

Son las 20:00 y ya estamos en Bir Anzarane, donde debemos rellenar gasolina a tope para mañana.

Tengo que cargar mogollón de gasolina para la ruta de mañana. No puedo con tanto peso pero mi amigo Egus es tan amable que me ayuda, atando las bolsas de gasolina a su moto. Me está llevando 12 kilos.

Bir Anzarane es un punto en mitad de la nada donde solo hay una gasolinera y un hotel bastante mugriento. Pregunto si hay habitación y el chaval, que es un poco borde, me dice que sí y subo a verla. Hay un pasillo con muchas habitaciones donde se hospedan trabajadores de la zona, por las señales que percibo de la clase más ultrabaja. No me parece mal del todo. Huele a una mezcla de sudor y gas de cocinar. Las duchas y baños ya tal.

Le digo que ok, total no es caro, y nos instalamos. Pero me entra el asquillo, me agobio un poco y les digo a mis compañeros que prefiero montar mi tienda fuera y dormir en mi saco... Me bajo a un patio que hay a la entrada a hacer mi pequeño campamento y a ver si puedo comprar algunas cosillas para mañana. Hay un muy básico economato donde los militares hacen algunas compras. También dejo pagada la habitación y el chaval me quiere tangar 20 Dírhams por la cara al darme el cambio... hay que estar atento.

De repente se me acerca un hombre a hacerme preguntas, yo estoy hasta el gorro de que me atosiguen... todo dios te pregunta de donde eres a donde vas y yo ya estoy harto y lo ninguneo, paso olimpicamente de él... vamos me falta darle un manotazo.

Y el tipo me coje del brazo todo mosca y me dice que es él quien manda en la zona, que es el gerente o algo así y que él reporta a los militares y ya me cuadro... me pide que nos presentemos los tres y al rato así hacemos; arreglamos el entuerto y después efectivamente vienen los militares a controlarnos, tan amables como siempre. Hacemos una cena de cuscus con huevos revueltos.

Hay un gatillo muy viejo y deteriorado.

La puesta de sol es una maravilla.

Hemos hecho la friolera de 479 kilómetros en 10 horas. A dormir.