30 de Diciembre de 2023

Salimos del horrendo Noadibú tarde, después del desayuno, y se nos hacen las 10:00. Le digo adiós a un gatito, que está en muy buenas condiciones, pero que tengo prohibido tocar, pues aquí puede haber rabia.

Tenemos un pequeño enlace hasta Boulenouar, que es el último sitio más o menos habitado antes de entrar en la gigantesca recta de 420 kilómetros hacia Choum siempre a la vera del tren de hierro. Rellenamos gasolina a tope y compramos pan y mandarinas, nos quieren engañar pero nos defendemos. Al salir de Noadibú tenemos -otro- control para la puñetera "fiche" que te la piden mil veces, y el señor militar se pilla un mosqueo conmigo de mil demonios, por razón ignota. Yo, por supuesto agacho las orejas y pido perdón aunque no sé por qué. En cualquier caso, no quiero conflictos. El hombre está sulfurado pero parece que me deja ir tranquilo y acepta mis disculpas.

A unos motoristas locales que vienen detrás les arma un pollo por no llevar casco... ¿casco en Noadibú?. Hemos visto coches cortados para transportar pescado, motocarros llevando dos toneladas de bloques sin atar, coches con cabras en el techo, camellos en un maletero del típico Mercedes... se ve que el hombre tenía un día raro.

Vamos cargados a tope de gasolina, en Mauritania no hay "essence" porque todo es diésel y en el final de etapa, en Choum, no estoy seguro de si podremos repostar; en ese caso tendré que alargar hasta Atar, son unos 600 km en total. Mi amigo Egus me ayuda a transportar tantísimo peso de combustible.

Justo nada más empezar, tenemos una zona de dunas bastante dura. Y nos preocupamos pensando que todo el camino pueda ser así, ya que supuestamente debería ser carrileo.

Seguimos avanzando; yo voy bien y mis compañeros se manejan perfectamente por las dunas, pero claro la arena para sus motos se hace bastante más complicada.

La vía del tren es tremenda, me asomo a verla con mucho cuidado de no pisar ningún hierro, pues a los lados hay detritus de todo lo que tiran.

Por fin veo pasar el tren, impresiona mucho el sonido, la vibración del suelo y su tremenda longitud.

Pasa varias veces y en una de ellas me lo encuentro parado. Saludo al maquinista y quiero preguntarle si me deja subir, pues me hace señas con la mano. Pero mis compañeros están atrás y ahora mismo estoy fuera del track, es decir que si por lo que sea me pasan, estaremos perdidos los unos de los otros y eso es algo que no quiero que pase.

Así que voy todo lo rápido que puedo a avisarles de que estoy donde estoy, pero al volver el tren ya ha iniciado la marcha. !Qué rabia¡, creo que me hubiera dejado ver la máquina por dentro. En cualquier caso, la seguridad es lo primero y despistarme de mis compañeros sería un problema en esta zona.

Seguimos el camino, la arena se combina con carriles, que en algunos casos están bacheados. Una alegría para las suspensiones. La pareja de amigos checos nos pillan, nos saludamos brevemente y nos pasan por el desierto.

Hace muchísimo calor y mi moto se calienta bastante si no cojo aire, así que tengo que moverme para poder irme enfriando. Mi motillo es como un atún: si no se mueve, se muere.

El paisaje de extrema desolación.

Los  pocos habitantes que encontramos comparten este desierto con los genuinos propietarios de la arena.

Es que me encantan la arena.

Es una gozada andar por aquí con esta motillo.

Egus y yo vamos tan a gusto y Anna nos tira una foto.

En ratos largos no hay huellas que seguir, tengo que confiar en el track que he hecho y repasado mil veces desde casa, que tendrá salida y que está bien hecho. No me queda pan y quisiera tener para el desayuno de mañana. En uno de los pequeños puebluchos que encontramos, nos regalan dos mendrugos de pan y un gran ramillete de dátiles. Extremadamente amables.

Mis compañeros esturrean de vez en cuando sus motos, la arena se hace complicada para ellos. Pero avanzan sin problemas.

A eso de las 18:25, pasamos Inal y descansamos un ratito en una tienducha que tiene un pequeño portal que nos da sombra. No tardan ni 10 minutos a venir dos lugareños a pedirnos la puñetera fiche otra vez. Yo les estoy perdiendo un poco el respeto, y me esfuerzo en no olvidarme que ellos mandan. Nos comemos unas almendras y nos tomamos un café. Después buscamos sitio para poner el campamento alejado de las vías del tren.

Estoy muy contento con mi tienda. La pongo sin techo para poder ver el cielo que tengo encima.

Anna es muy graciosa y tiene muy buen talante y eso es algo que un viaje de esta clase hay que valorar muchísimo. Hay gente que no puede con tanta soledad y se pone nerviosa... he visto a gente llorar y patear la moto de impotencia y rabia. Pero mis compañeros conservan el humor y la fuerza mental.

Nos ponemos a cocinar nuestra rica cena.

Y luego me como un Ferrero que me encantan y también me hago un té.

La noche es preciosa. Estamos apartados de la vía para dormir en la arena, que no nos moleste el estruendo y polvo del tren.

A pesar de habernos alejado de la vía, puedo sentir cuando pasa en tren porque el suelo retumba.

La noche es muy bonita. Hoy hemos adelantado 270 km en 9 horas y 20 minutos.

A dormir.