4 de Enero de 2024
Buenos días. Hacemos el desayuno, y como ya hemos pagado ayer, no hay manera de que nos vengan con el cuento de que hay que pagar más. Salimos con el primer objetivo de encontrar gasolina. Y gran suerte la nuestra que está donde nos dijeron, en la Station Carrefour. Aunque comprarla es otro cantar. Después de un buen rato negociando, al fin tenemos dos bidones de 20 litros. Nos la cobran a 3,15 euros el litro.
Yo estoy algo nervioso porque no soporto que nadie toque mi moto y tengo a 6 gañanes pegados a mí gritándome en la oreja. En un momento ya me cabreo del todo y les pego cuatro gritos... en español. Me entienden perfectamente y me dejan tranquilo durante dos minutos. Luego vuelven a la carga y no me queda otra que rendirme y dejar que ellos me echen lo que dicen es gasolina o que hagan los que les parezca. En estos casos, si no te rindes, te vuelves loco... hay que adaptarse... no soporto que toquen mi moto...
Mis compis se echan gasolina igual que yo.
Seguimos con gasolina en los tanques tan contentos haciendo un enlace hasta Boghé, que está ya a la vera del río Senegal.
El paisaje ha cambiado radicalmente, hay mucho más verde, algo de humedad, y vacas.
Luego seguimos hasta Rosso, donde tenemos un recorte pegado al río para ahorrarnos unos 70 km. Es pista abierta aunque muy polvorienta y se hace muy fácil.
En un momento Anna se pone delante y, aunque ella va en buena dirección, yo me equivoco y confundo un miserable canal con el inmenso río Senegal... Egus se da cuenta y corrige el rumbo. El camino no está muy transitado, pero a veces encontramos los terribles camiones africanos que levantan un polvarín tremendo.
Seguimos por el carril, se puede ir ligero.
Están tirando hilos de la luz y hay cien mil postes preparados.
Entramos en el Parque Nacional de Diawling, que es un tremendo humedal, donde habitan multitud de animales. Esta es la peor zona de Malaria de todo el viaje, debido a una presa que hace estancar el agua.
A la sailda nos piden 200 Uguiya por pasar el parque, que son 4,61 euros.
Da mucha alegría ver un río. Éste en concreto es especial porque tiene mezcla de agua dulce y salada.
Hay muchas aves, especialmente me llaman la atención enormes pelícanos.
Esto es un oasis de vida, después de tantísimo desierto, se me hace raro ver agua.
Los animales están muy contentos.
Es zona donde habita el cocodrilo del desierto, que es una especie distinta al del Nilo. No hemos tenido la suerte ver ninguno. También hay monos.
Hemos vistos jabalís africanos. En vivo y también sus restos.
Y justo al terminar el Parque Nacional por fin llegamos a la frontera y aduana de Mauritania y Senegal, en Diama.
Ahora toca hacer papeles. Yo voy muy bien preparado con mi carísimo y absurdo Carnet de Passage, así que no tengo problema. Egus no encuentra su licencia de conducir y los guardias le dicen que no puede entrar... ay dios... después de 20 minutos intentando negociar sin éxito, él finalmente lo entre sus cosas... ¡¡¡menos mal!!! lo entregamos y todo arreglado... uffff...
Pasamos a Senegal y nos vamos directos al sitio más famoso de la zona que se llama Zebrabar. Senegal tiene otra pinta muy distinta de Mauritania, lo primero que me llama la atención es que a las mujeres se las ve muy pizpiretas.
Al llegar lo primero que hacemos es negociar el precio de la estancia, yo estoy en plan agresivo porque vengo muy revirado de Mauritania. Pero aquí en Senegal no es lo mismo, y parecen algo más serios con el tema de engañar a la gente. Arreglamos dos estancias y nos tomamos una clara para celebrarlo, estamos muy contentos de estar aquí.
Así que nos reciben estupendamente y nos alojan por precios normales muy diferente a lo que hemos estado pagando en Mauritania. Las cobachitas son muy collejas. Yo estoy muy atento a que no me piquen los mosquitos, la zona es peligrosa por estos asquerosos hematófagos.
La choza de mis compañeros es igual de colleja.
Nos instalamos y nos vamos a la playa, que está a dos minutos... yo me doy un baño, el agua está bastante fría.
La zona es muy bonita.
Se nos pone el Sol de gratis.
Con mi amigo Egus.
Después del esturreo playero, cenamos allí mismo. Hay mesas comunes y está con nosotros Nico, el francés que conocimos en el hotel Barbas.
Nos cuenta su aventura en solitario al Ojo del Sáhara... qué maravilla, qué tipo más valiente. Mientras tanto un gatito al que no le importa la historia se concentra en sus intereses. Nos da valioso consejo para la etapa de mañana, la última, que son los 100 km de la famosa Playa Blanca. Hay que hacerla temprano porque la marea sube. También están allí una pareja de Alemanes muy simpáticos llamados Andy y Lea que conocimos en Noadibú. Claramente este es un lugar de encuentro.
Nico mañana se irá de vuelta en su moto por carretera a Bir Gandouz donde tiene su coche y el remolque, para atravesar toda Mauritania y Marruecos, cruzar el estrecho, pasar España y llegar a su casa que está en Lyon. Una verdadera paliza.
Nos despedimos, hasta mañana.
